La Bena. Una taberna moderna paraíso de los vinos naturales en Santander

La Bena. Una taberna moderna paraíso de los vinos naturales en Santander

La Bena Bar nació en la primavera de este año y en pocos meses se ha convertido en una de las vinotecas favoritas del público santanderino. Ubicado en un coqueto rincón del gastronómico barrio de Puertochico, es un pequeño paraíso de las bebidas naturales, vinos de baja intervención y biodinámicos, creado por Arlette Herreros con intención de romper prejuicios con el llamado vino natural. Y lo cierto es que ha conquistado paladares, incluso a los más desconfiados. “Aunque se vea como una moda de ahora es el vino que se hizo siempre, sin tapujos ni nada que esconder o camuflar con aditivos. Y no trabajamos con refrescos ni bebidas industriales, eso va en contra de nuestra filosofía”, dice la sumiller, quien reconoce que la suya “es una apuesta arriesgada para una ciudad como Santander, donde es complicado cambiar los gustos introducidos desde hace mucho tiempo”.

Pero con amabilidad y humor se gana a la gente. “Si me piden un ribera les propongo que prueben un vino de la ribera de Potes”, ironiza Herreros. Y ha dado en la diana, pues un tinto de Liébana elaborado con uva mencía de viñas viejas, Querido Toribio, es un top de los asiduos a La Bena. Lo produce Orulisa, una exquisita bodega artesanal de orujos (Los Picos) y vinos de montaña, de la que también sirven un curioso blanco, Vicaruela, y la crema de café y orujo Torrado. 

Interior del bar santanderino La Bena. / R. RIVAS

Y uno de los vinos más pedidos en La Bena es un rico albariño de la pequeña bodega Constantina Sotelo, llamado Rosalía, ahora agotado. No debe su nombre a la famosa cantante catalana que prefiere el Sauvignon Blanc, pero si lo probara le encantaría este vino gallego.

De Cataluña, del Penedés, es otro de los vinos que más satisfacen: Cric Cric (de uva xarel-lo), elaborado por Clos Lentiscus. De esta bodega hay más joyas en Bena: el espumoso (monovarietal Parellada) Núria. 

También triunfa un espumoso de riesling de Cantabria, el delicioso Maldita la Hora, de Bodegas Sel D’aiz, productores de un gran blanco (coupage de godello, riesling y albariño), Spicata. 

Para apuntar entre los vinos rosados y naranjas: el gaditano de Sanlúcar de Barrameda, La Femme d’Argent (palomino y syrah), uno de los “vinos audaces” de Raúl Moreno, y el burgalés I’m Natural Don´t Panic, de la bodega Coruña del Conde, productora de buenos claretes y espumosos ancestrales.

Albariño Rosalía, de la bodega Constantina Sotelo. / R. RIVAS

En la carta de La Bena hay casi 80 referencias de vinos por botella (la opción más conveniente para grupos y bebedores sin tapujos): blancos, tintos, vinos rosados y naranjas, espumosos, dulces, orujos y oxidativos. Hay una veintena de vinos por copa (de 3 euros a 4,60 euros) que también están apuntados en las pizarras del bar. 

“Para que un vino esté en Bena tiene que estar rico, por supuesto, y ser de bodegas con proyecto sostenible vinculado al territorio”, afirma Arlette Herreros. En Cantabria se habla de “ir de blancos”, porque los vinos blancos son tradicionalmente los preferidos, pero “hay bodegas muy interesantes que no se conocen en la comunidad”, dice esta enamorada de los vinos que en verano iba con su padre a La Rioja a vendimiar. Ahora recorre las regiones en busca de bodegas que le seduzcan con sus producciones. Además de viajar e investigar viñedos, su receta es beber, aprender y leer mucho. 

Este otoño empezó en La Bena la organización de catas, que hará una o dos veces al mes y anuncia por Instagram. La idea es que los responsables de los vinos que se ofertan en La Bena expliquen su filosofía al público copa en mano, un aprendizaje cercano y sin esnobismos.

Miki Rodríguez y Arlette Herreros, cocinero y sumiller de La Bena.

En pocos meses, la pedagogía del descubrimiento vinícola ha funcionado en este bar, con propuestas diferentes y atrevidas, al igual que su cocina, con el sello vanguardista de Miki Rodríguez, chef de Umma. En este restaurante con ecos de Noma y Mugaritz, donde se formó el cocinero, Arlette se decidió por la sala y la sumillería tras sus inicios en los fogones. La Bena es su “proyecto personal”, pero con su pareja pilota la marcha del local, donde la comida está creada para armonizar con los vinos y va cambiando según el producto de mercado. 

Sin encorsetamientos de blanco para pescado o tinto para carne, las propuestas alimenticias de La Bena pueden degustarse con los distintos tipos de vinos. Aunque los más versátiles resultan los espumosos. Y si hay dudas, Arlette o Mario, el encargado de sala, dan detalles de sabores y uvas y ofrecen sugerencias. 

Bikini de champiñón, papada, queso cremoso y mayonesa de hierbas./ LA BENA

Platos gustosos con vinos versátiles

La comida de La Bena en general es para compartir. Las raciones son cumplidas. Aunque depende del apetito (sincio, en cántabro) que se tenga. Las ostras (muy frescas, del Cantábrico) con sopa fría de pepino, tartar de manzana y jalapeño pueden ser para una o dos personas. La gilda de bonito con,piparra, aceituna negra y manzana, es una buena opción individual, así como las anchoas en croissant con mantequilla pasiega. También en plan egoísta, ración individual de lasaña vegetal con seta shiitake encurtida y bechamel de queso de oveja.

Los platos son muy gustosos, con ecos de Umma, donde Miki expresa su creatividad con ingredientes de las huertas, el mar y la montaña de Cantabria. Un plato que está desde la apertura de Bena, muy acertado, es el pastrami de vaca Tudanca con crema de berenjena asada, pistacho y tomate seco. Perfecto para compartir es el bikini de champiñón, papada, queso cremoso y mayonesa de hierbas, otro de los preferidos del público. Asimismo para compartir están bien la pizza crujiente de calabacín, pesto, queso curado y guanciale y el paté casero de campaña con encurtidos, mostazas y pan de centeno. 

Escabeche de pollo de corral con avellanas y escarola. / LA BENA

Son interesantes los escabeches (de mejillones, de pollo de corral…) que este invierno abundarán. También muy apetecibles las distintas opciones de tartar:  

El de picaña con yema picante, pepino y huevas de trucha, y el de pimiento asado con yema trufada, papada y chips de patata. 

Como postres, un curioso toffe de coliflor granizado de moras y galleta de café o  un cremoso de chocolate con crujiente de cacao, aceite picual y menta.

Y a tener en cuenta, los quesos cántabros de La Lleldiría (fermentería de la que también sirven kombuchas) y Siete Villas. 

Al tener las opciones de solo tomar unos vinos y la de comer el precio medio varía mucho, pero con todo (comida y bebida) es de 20 a 35 euros por persona. No hay reservas, según se llega se entra. “Queremos ser como los bares de toda la vida, en los que tenías una barra para poder tomar un vino y no tenías que llamar antes o sentirte obligado a cenar”, explica la dueña de esta taberna moderna de atmósfera hogareña, decorada con las obras de una joven artista santanderina, Marta Valledor, responsable también del diseño de las camisetas del personal y de las cartas de bebidas y picoteo. 

La Bena es un local pet friendly, que abre de martes a sábado de 18.00 a 0.30. Un ambiente cálido, en color  terracota, luz tenue, una amplia barra con taburetes y pequeñas mesas en el interior y más mesas de madera en la terraza cubierta, alimentan el sentido de confort.

Uno de los vinos naturales de La Bena.

Una feria de bodegas sostenibles, origen de La Bena

El bar Bena (de BEbida NAtural), es una idea que Arlette y Miki llevaban madurando tiempo. Tiene su origen en una feria que se celebró en Santander en enero de 2024 y que volverá el 18 de enero de 2026. Un escaparate de vinos naturales presentados por más de 30 elaboradores con proyectos atractivos. Arlette tenía ganas de innovar en Cantabria y de poner en valor este tipo de bebida, “mostrando pequeños proyectos con mucho trabajo detrás, que hacen las cosas muy bien, con respeto por el terruño”. 

Pero el vino natural tiene enemigos. “Los haters nos consideran hippies. Yo les diría que es el vino que se ha hecho siempre. Se prensan las uvas, embotellas el líquido y si quieres darle barrica se la das, pero ¿por qué le tenemos que poner otras cosas para conservarlo? Hay mucha gente alérgica a los sulfitos artificiales. Ahora se está hablando de que las etiquetas de los vinos deberán llevar lista de ingredientes. Yo lo veo bien”. 

Es un reto romper la maldición de que los vinos naturales no están tan ricos. “Si están bien hechos merecen la pena”, insiste Arlette. “Ay, está ácido, o está turbio, me dicen algunos, y yo les pregunto ¿has bebido sidra? Pues esa es una bebida natural que has consumido y te ha gustado. «Hay que razonar y explicar mucho lo que sirves, pero al final es gratificante comprobar que convences”, cuentan los responsables de la vinoteca más natural de Santander. 

LA BENA. Lope de Vega, 15. Santander. 

@labenabar

Precio medio comida y bebida. 20/35 euros.

La Bena, taberna moderna de vinos naturales en Santander.

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